MI HISTORIA

todo empezó en abril del 2019

Nací en Zaragoza en el 81, a los 18 me fui a Madrid, y salvo un año y medio, viví allí hasta el 30 de abril de 2019.

Haz las cuentas que quieras, pero el caso es que, desde esa fecha, vivo, viajo y trabajo en una caravana.

Desde entonces todo cambió y todo empezó a encajar, te lo cuento luego, pero por favor ten en cuenta que no es una autocaravana, ni una furgo, no es lo mismo.

Es lo que viene siendo una caravana que se engancha a un coche.

También te diré que no he recorrido el sudeste asiático con una mochila, que no he escalado ninguna montaña del Himalaya y que siempre me sobran muuuuchas hojas del pasaporte cada vez que lo voy a renovar.

También te confieso que  mi madre estaba más a gustico con la Ana de antes, esa que trabajaba en una gran empresa en el Paseo de la Castellana, llevaba tacones a las reuniones y quizá pronto promocionarían.

Aunque siendo honesta, ahora ya lo lleva mucho mejor, no le queda otra…

Y a todo esto, me presento, aquí Ana Cristina Cortés Luengo.

Sé que es muuuuuuy largo así que en adelante, Ana.

 

LA BENDITA
CRISIS DE LOS 40

Pero al caso, lo que te venía contando, salí del camino establecido para comenzar uno diferente, muy diferente.

Y no es que el otro estuviera mal.

Es que simplemente no era el mío.

La gente me decía que eso era cosa de la crisis de los 40 a lo que yo contestaba, la crisis no, la bendita crisis de los 40.

Insisto, no es lo mismo.

No es lo mismo porque por fin me di cuenta de que iba pasando todas las famosas etapas para conseguir el éxito o la felicidad y lo único que sentía es que mi mochila iba pesando más y más.

Carrera universitaria, incluso una suerte de Master, casa, pareja, puesto indefinido en una empresa de prestigio, blablablá…

Vacío por dentro y más carga desde fuera.

Salir de la cárcel de asfalto para ir en busca de la Naturaleza ha sido la decisión más difícil de mi vida, pero la que más alegrías me está dando.

Jerzy Gregorek lo explica fácil y sencillo:

Decisiones difíciles, vida fácil, Decisiones fáciles, vida difícil

La sola idea de romper con lo anterior suponía un cóctel explosivo de emociones.

En el mismo día, y casi en el mismo momento, podía sentir inseguridad, terror y angustia a la vez que entusiasmo, libertad e ilusión.

Muchos años con el mismo discurso, en el mismo entorno y con la misma perspectiva, hacen que esos barrotes sean cada vez más fuertes y difíciles de romper.

Y lo peor, los decoras y los haces bonitos, tanto, que te crees que no están tan tan mal.

Pero cuando algo te arde en las entrañas durante tanto tiempo hay que sacarlo. 

Una no puede vivir con un “y si” para siempre. 

Jamás me hubiera perdonado al menos no haberlo intentarlo.

Esperé a que se dieran las condiciones casi perfectas, insisto en lo de casi, porque lo de “perfectas” ya te digo que nunca va a pasar, y sopesé que era lo peor y lo mejor que podría pasar.

¿Qué es lo peor que podía pasar?

Fracasar.

Pero ¿qué es fracasar?

Que tuviera que volver a donde estaba.

A lo que una vocecita interior contestó. “¡Ey! ¡Hola! ¡Ya estoy aquí! ¡Ya sé cómo se está en este sitio, si hay que volver, pues ya sabemos de qué va esto, ¿no?!

Pero incluso si eso pasaba, pensé, al menos viviré una temporadita esto.

Fracasar es no intentarlo. Es quedarse en el sitio.

¿Pero y si sale bien, Ana?

¡Buahhh pues será la hostia! (perdón por la expresión, pero tú me entiendes)

Viviré en plena naturaleza, descubriré lugares preciosos, conoceré a otras personas, aprenderé a escalar, pasaré más tiempo con mi chico, viviremos aventurillas de las que nos gustan, tendré más libertad, y un millón de experiencias más.

Llegó un momento en el que me di cuenta que adentrarme en la Naturaleza me hacía sentir viva, radiante y positiva y no entendía porque tenía que reducirlo a un fin de semana o a un puñado de días al año.

No estaba dispuesta a seguir desequilibrando esa balanza metiendo más peso en el lado equivocado. Dije ¡basta ya!

basta ya ana

Es hora de dejar de vivir la vida que otros han diseñado.

De cortar con esa soga al cuello y con el que nunca sea suficiente.

Ya no más eso de dejarte para el final, Ana.

Iniciamos el viaje con la latita, nuestra caravana, teniendo como guía la gran cordillera de los Alpes, atravesamos Francia, Italia, Suiza, Austria, Alemania, Hungría, Eslovaquia y poco a poco me di cuenta que no teníamos un destino, sino un camino, un camino Hacia lo Salvaje.

Y es que mucho se habla de la importancia de la alimentación, el ejercicio o el descanso para trabajar en nuestro bienestar y poco sobre la importancia de estar en contacto con la Naturaleza para el mismo fin.

  

Y no es que lo diga yo, hay mucha evidencia científica sobre ello que no voy a exponer aquí, pero que te invito a investigar.

Mira.

Esta vida moderna que nos han vendido nos ha desconectado tanto de nuestra madre tierra que hemos perdido el norte.

Lo tenemos todo al alcance de la mano, y si me apuras de un clic, vivimos rodeadas de ruido, no escuchamos al cuerpo, ni a nuestro instinto, vivimos sentadas, mirando pantallas, comiendo porquería, respirando humo, en lucha con la de al lado y así día a día, en un bucle infinito que hace que llegue un día en el que no te encuentras bien y no sabes por qué.

Es un enemigo lento, silencioso, parece que no hace daño, pero es letal.

Salir de ahí y escarpar a la naturaleza es la medicina más fácil, rápida y económica del mundo y no la valoramos en absoluto.

Pequeñas dosis de vitamina N (de naturaleza) suponen grandes beneficios físicos, mentales y emocionales.

Pero no me creas a mí, insisto, compruébalo, o mejor, experiméntalo.

En fin, todo esto para decirte que Ana es mañica, nómada y admiradora de la naturaleza y que lo importante viene ahora:

Cambié el reloj por la brújula

Dejé de ir deprisa, de un lado a otro, haciendo miles de cosas, cumpliendo deadlines a simplemente caminar hacia donde quería, hacia la Naturaleza, hacia la sencillez, hacia el estar y el ser, Hacia lo Salvaje.

¿El resultado?

He superado la barrera de los 40 y me encuentro fuerte, feliz y con ganas de seguir aprendiendo y evolucionando. Tengo mis momentos de mierda, sí, y muchos, claro que sí, pero tengo equilibrio y coherencia.

Y para mi ese es el secreto.

Equilibrio entre comodidad y aventura, seguridad e incertidumbre, trabajo y ocio o aprendizaje y rutina.

Y una coherencia entre lo que pienso, siento y hago.

Eso sí también te diré que la última pieza que está terminando de encajar es la del curro.

En lo laboral:

Pasé de estar trabajando en macroagencias de  publicidad al servicio de grandes multinacionales a currar en una agencia familiar de viajes de trekking y aventura, fundada antes de que yo naciera, con expediciones por todo el mundo.

Con ellos me reciclé totalmente para pasar de hacer campañas masivas e invasivas a golpe de talonario, a una comunicación más humana, cercana y responsable.

Además, estuve involucrada con cuerpo y el alma a Active Woman, un proyecto de viajes por y para el empoderamiento de la mujer.

La Magia del Kilimanjaro fue quizá el proyecto más representativo y que más me marcó.

Conseguimos que el 50% de las guías y personas que nos acompañaron al techo de África fueran mujeres locales.

Además, facilitamos 150 bicicletas a las niñas de las aldeas circundantes al Kilimanjaro para que pudieran ir al cole.

El Podcast:

También puse en marcha el Podcast de Hacia lo Salvaje por donde han pasado muchísimas mujeres vinculadas al mundo del deporte, la aventura y la aproximación a la naturaleza.

Y todo ello lo he seguido haciendo desde la latita, esta caravana que sirve de vivienda, de oficina y de estudio podcastero.

Soy lo que llaman una nómada digital, aunque a mí me gusta más lo de nómada analógica, porque, aunque gracias a internet puedo trabajar desde cualquier parte, intento vivir con el menor contacto posible a las pantallas.

Y no te creas que Ana anda recorriendo el mundo.

Desde la pandemia no me muevo mucho de España, los inviernos tiramos para el sur o el levante y los veranos vamos al norte, los movimientos que hacemos suelen ser de 100 km en 100 km y de mes en mes.

Pero lo que sí he de decirte es que después de tantos años he unido por fin todos los puntos.

Verás.

Ana y el Fuego Hacia lo Salvaje

Vivir en la latita me ha ayudado a experimentar todos los beneficios de vivir cerca de la Naturaleza. Y además soy mucho más consciente de los retos y desafíos a los que se enfrentan nuestros pueblos.

Ana y el Fuego Hacia lo Salvaje

Con el podcast he conocido a muchas mujeres de aquí y de allá. Proyectos preciosos que te quiero enseñar de verdad, que los vivas en primera persona, que te acerques a ellos con todos los sentidos.

Ana y el Fuego Hacia lo Salvaje

Al formar parte de una agencia de viajes no sólo he aprendido más sobre países que no sabía ni situar en el mapa, sino que conozco gente en diferentes partes mundo.

Ana y el Fuego Hacia lo Salvaje

Empecé a leer a Yayo Herrero, a Alicia Puleo, Silvia Federici, Vandana Shiva o Berta Cáceres.
Y aunque esté todavía a años luz de ellas todavía quiero empezar a recorrer el camino, ya tengo la brújula, la dirección.

En fin, que del batuburrillo de todo esto, ha salido el tinglao que tienes entre manos.

Para mi este proceso está siendo una auténtica revolución en muchos sentidos, pero por fin me ha traído una vida alineada con mis valores, mis principios y mis creencias.

Siento que por fin estoy aportando algo al mundo, aunque sea pequeño, pero algo de lo que estoy orgullosa y feliz.

Algo que está en constante movimiento y evolución, viajes y contenidos que tienen mucho que mejorar para acercarse a ese ideal, sí, pero es un camino, un camino que me apetece mucho recorrer al lado de gente que vibra en la misma onda.

Y si tú quieres ser unan de ellas sólo tienes que dejar tu correo aquí:

y lo más importante

No estoy sola, cuento con un montón de mujeres que también han emprendido este camino, cada una a su manera, cada una a su marcha sí, pero mujeres que demuestran que otra vida es posible.

Para conocerlas más pásate por la sección NOSOTRAS

Ana, escríbeme.