El relato de Hathi tras su paso por el Campamento de Mujeres en el Pirineo: Hada Madrina

Relato de una de las mujeres que estuvieron en el campamento de mujeres en el Pirineo en verano del 2024

Tabla de contenidos

Introducción

Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía.

Me apropié de esta frase de niña.

La leí en una revista de viajes antes de mi primer campamento.

Tenía diez años y nunca había pasado dos semanas fuera de casa, lejos de mi madre.

Pero las botas de montaña prometían caminos nuevos así que dejé hueco en la mochila para traerme experiencias y me anudé la pañoleta, segura de construir lazos igual de fuertes.

Más de veinte años después he usado otra vez mi saco de dormir.

Me he despertado con la humedad del rocío, saboreando las canciones de la última velada.

He jugado y bailado, además de caminar por el monte y chapotear en las pozas y me he reído todas las horas del día en que he estado despierta.

Me he sentido cuidada y respetada por todas mis compañeras, todas mis hadas madrinas, ojalá la naturaleza diga lo mismo de nosotras.

Libro. Viaje. Inquietud. Melancolía.

Por unos días me volví niña y como tal, me repetí cien veces este estribillo aunque era ahora cuando conocía su significado.

Igual la madurez es eso, entender más palabras pero querer vivirlas menos.

Por ello agradezco este campamento, me ha restado años y etiquetas y me ha sumado sosiego y esperanza. Y en grata compañía. No hay mejor manera de formar un clan.

El relato

Todas merecemos un hada madrina.

Alguien que nos aconseje en la duda,

nos apoye en la decisión

y nos recoja en el error.

Una guardiana incondicional.

Estas hadas invisibles aparecen cuando más las necesitas.

Puedes encontrarlas en el río,

jugueteando entre las rocas

o bien saltando sobre las olas del mar con su cabello al viento,

porque no solo protegen a las mujeres

hacen lo propio con la naturaleza.

A veces se ocultan montaña arriba, escalándola,

como queriendo acariciar los rayos del sol

y otras veces se ocultan

en las entrañas de la tierra,

para llegar allí

caminan con sus pies diminutos

sobre los ramilletes de jara,

taca-taca, taca-taca

al llegar al suelo se hacen un manto con semillas de ciruela y

¡baita!

se cuelan por cualquier grieta.

No temen la pisada de elefantes ni leones

ni tampoco la llegada de la luna

de hecho,

comparten ciclos con ella.

Pero aunque parezca una quimera

os confieso que en la última semana no he visto una sino quince.

Quince sabios seres

de los que deberían protagonizar los libros

que enseñan con cada palabra que sale de su boca

y con cada gesto de su cuerpo,

que son valientes y atrevidas porque aquí están.

Gracias a todas porque la estancia en esta selva,

poblada de bushos

ha sido una verdadera isla de paz.

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